Tres poemas, tres momentos que tal vez existieron, tres sueños en un mismo año.

I.

Como Matilda y León (a L, con amor y sordidez)

Sabes que las películas

Y las canciones

Son parte de mis guerras

Son mis pequeños diamantes

Limpios de pulcritud y codicia

En esas proyecciones

De medianoche

Te veo en sepia corriendo

Por la última playa viva del mundo

Siento cada grano de arena

Hundirse en tu piel

Con olor a dulces y chocolates orientales

Nos veo huyendo de mercenarios y tahúres

De policías corruptos a punto de jubilar

Pero no perdías tu sonrisa fiel

A tus principios

A tus muros y ventanas

Yo me veía con las tripas al aire

Después de recibir una ráfaga de estrellas dirigidas hacia ti

Te veía llorar sobre mi

Nos veo besándonos

Con la sangre afuera de las venas

Aferrados a todo lo que somos

Y al final huíamos a tu desierto preferido

Algo muertos

Algo vivos

Nuestros deseos traspasaron

Los créditos finales

Y las luces se encienden

Y todos se retiran de la sala

Otro día volveré a ver esa película

Llegando debajo de tu ropa

Traspasando tu desnudez.

II.

Bobby

El otoño más caluroso en décadas

Golpea los rieles de un pueblo de trenes.

Restaurantes y fuentes de soda

Tienen sus ojos cerrados a plena

Hora de almuerzo.

Los adoquines por fin gozan de la paz

De no ser pisados.

El olor a leña fue relegado

A la memoria de los extraños de esta tierra.

El cerro milenario posa húmedo

Y ajeno a toda ternura.

Los borrachos siguen contando historias en la feria

Historias que ni si quiera ellos comprenden del todo.

Las aves carroñeras aportan belleza

A los ojos de cualquiera que no es de aquí.

Poemas y canciones van habitando

Dos corazones que se desplazan

Sin dirección alguna.

Uno de ellos canta una canción en italiano

En memoria de su madre muerta

Y rompe en llanto.

El musgo de los ladrillos y veredas reverdece.

La joven le regala un arcoíris con sus ojos

Y abraza al chico.

Un perro desde la esquina corre hasta ellos

Y los acaricia con sus manitos

Queriendo unirse a ese evangelio del amor

Las sombras caen

El abrazo acaba

Y Bobby corre de vuelta a la esquina de por donde vino.

III.

Soles gemelos

Anoche decidimos tomar la casa rodante

Y viajar por la carretera

Hasta la oficina salitrera Chacabuco.

Me convenciste con tu sonrisita de Mata Hari

Después de haberme susurrado la idea al oído.

Esa misma noche envié mi carta de renuncia

A mi empleo de detectives privados.

Fuimos a la cama y me terminé de convencer de todo.

A las 5:30 am subimos las maletas

Y tomaste el volante.

Pensé en la última extraña con la que bailé

Y en el río de sangre de una escena

De algún crimen.

Tu cabello castaño era golpeado

Por el viento de la panamericana.

El agreste y el polvo

Las ojeras y las arrugas

No se comparaban con nuestros

Análisis políticos

Y nuestro errático temor

Por las olas conservadoras.

Esas medianoches nos ocultaban

Lo que pasaba detrás de las rocas.

La luz de la luna se colaba en medio

De nuestras caricias y calenturas.

Soles gemelos nos recibían en cada pueblo

Hasta llegar a la Chacabuco

Ex salitrera

Ex campo de prisioneros.

En ese momento te bajaste corriendo

A una feria de antigüedades.

Los viejos comían chuños o algo parecido.

Los niños no existían

Y te hundías en las escasas multitudes.

Me perdiste de vista.

Te desesperaste.

Me buscaste.

Preguntabas por mi a los lugareños y en cada puesto

De bagatelas.

Los soles se iban poniendo

Y unos pocos extraviados se perdían en el cenit.

En la última tienda abierta

Te llamaba un álbum fotográfico

Y ahí me encontraste

En blanco y negro

Con el último destello

De uno de los soles.

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